Una vez me dijeron que un texto te deja de pertenecer en el momento en que lo rubricas con el punto final. A partir de ahi pasa a ser propiedad de quienes lo leen. Y cada uno tiene su propio texto. De ser cierto tengo que pedirte comprensión, algo de cariño, paciencia y buen humor cuando no pienses como yo...que será en muchas ocasiones.Espero que este blog sea un humilde homenaje a aquellas reuniones nocturnas de nuestros abuelos; leoneses que compartían vivencias y opiniones al calor de la lumbre.
Bienvenido a este lugar que ya es de los dos.

viernes, 24 de septiembre de 2010

LA GUÍA MIGUELÍN: FUENTES DE MONTJUIC

Ahora que al alcalde de León se le ha metido entre ceja y ceja derribar la fuente de Santo Domingo viene muy bien hablar de una de sus muchas compañeras a lo largo y ancho de España. Quizá el lugar con más magia de Barcelona. A pesar de que el centro mágico por excelencia sea la montaña de Montserrat, con sus expediciones nazis, sus objetos sagrados ocultos y todas sus fabulosas leyendas y legendarias fábulas a cuestas.
Montjuic tiene magia de la de verdad, de la que se te cuela por los sentidos y te impregna, de la que te hace volar y evadirte, de la que te hace escapar a miles de kilómetros aunque en ese momento no quieras estar en ningún otro sitio que no sea allí, sentado en la pradera observando el espectáculo de luces al son de la música que se te ofrece.
Porque las fuentes de Montjuic son eso, entre otras cosas. Una construcción majestuosa e imperial, diversas fuentes a diferentes alturas; cada una de ellas bella por si misma y envolventes en su conjunto. Una cima desde la que se atisba Barcelona, orgullosa y desafiante, con la Torre Agbar, ese pirulo colorido y gigante. Tan gigante y colorido que sirve para que su dueño pueda gritar aquello que lleva decenios soñando con vociferar al resto de España: “la mía es más grande”.
Y por fin está el espectáculo, el de la fuente principal, la más baja. Espectáculo veraniego, luz, color, sonido, agua, música, gente…magia. Juego de luces mezclado con agua y música clásica O bandas sonoras de películas. Un escenario perfecto para cenar al raso, para una Damm en compañía. Un contexto inmejorable para el sueño de una noche de verano.

POLITICEMOS...

Basta asomarse medio minuto a la calle para comprobar el notable y creciente nivel de descredito que sufre la política y los políticos en España. Y empieza a ser más que lógico. Y no me refiero a los casos de corrupción que tanto gustan a los medios – más unos que otros, más a unos que a otros-. Tampoco a la falta de honestidad y compromiso mostrada en algunos casos puntuales. Con ser esto grave, dañino y erradicable no es lo único que aqueja la vida política en España. De un tiempo a esta parte son los propios políticos profesionales –eventuales o a vida completa- quienes parecen empeñados en arrojar piedras contra su propio tejado. Se ha puesto de moda una expresión en los últimos tiempos por aquello de que los políticos viven cómodos en las frases afortunadas pret a porter y en los lugares comunes donde todos cohabitan.
Cada vez resulta más fácil escuchar aquello de “no hagamos política de este tema” o “no conviene politizar sobre aquello” y siempre rematando con la lacónica coletilla de “es demasiado importante”. En definitiva, como si hubiera temas que por su gravedad hubieran de ser alejados de la política. Curioso que, cuando los políticos más se afanan en demostrar su valía, su capacidad y su habilidad a la hora de abordar y resolver problemas, por otro lado se empeñen en demostrar que hay asuntos en los que conviene no meter mano porque eso es preludio de estropearlo aún más.
Puede que pase por ser una simple cuestión semántica. Donde los políticos dicen no politizar quieren decir no hacer un uso partidista, no confrontar, no electoralizar. Los políticos actuales se defienden tan mal con la lengua de Azaña que no es de extrañar.
De no ser una cuestión semántica, de no hacerse por simple dejadez y falta de rigor en la lengua es más grave la situación. Es decir, de no hacerse por inconsciencia se hace porque, simplemente, los políticos coinciden con el resto de la sociedad al considerarse a si mismos como un problema. Sea como fuere, la expresión ha calado por efecto de lluvia fina y, de una manera u otra, causa el mismo efecto.
Y es que la política no debe ser nunca si no sinónimo de analizar, debatir, buscar soluciones y en el último término pero siempre como primer objetivo encontrar respuestas. Por eso, los asuntos de más trascendencia, los más graves deben ser aquellos que urge y conviene politizar cuanto antes. Porque en el caso contrario, por el descredito que sufren unos pocos, acabaremos despolitizando toda la vida pública y acabaremos convirtiéndonos en lo que los griegos, con su altura y extensa longitud de miras habitual, definieron como una "sociedad idiota".