Las revueltas que vienen sacudiendo diferentes países árabes en los últimos días han apartado el foco del mundo de Egipto. En el pais del Nilo comenzó la primera revolución que se ha extendido como una mancha de aceite por el mapa. Una revolución que, entre otras cosas, ha dado una nueva vuelta de tuerca a la influencia de las redes sociales sobre la sociedad mundial. Y es que pocos dudan ya del papel que jugaron Facebook y Twitter en la caída de Hosni Mubarak en lo que ya se empieza a conocer como la primera revolución 2.0 de la historia.
Y como en cualquier catarsis, ahora Egipto se enfrenta a su particular “día después” con evidentes peligros para sus ciudadanos pero también para el mundo global. Y es que Egipto posee algunas características que lo hacen especial dentro del mundo islámico; entre ellas su influencia., su población o su capacidad económica. Egipto es un país con una notable presencia islámica entre sus habitantes, en especial en las zonas rurales y subdesarrolladas de la nación donde existe una fuerte carga de fanatismo. Muchos de los grandes líderes históricos, estudiosos precursores del Islam moderno han salido de este país.
Y es que, si injustificable era el latrocinio despótico en el que cerca de la mitad del país vivía sumido en la más absoluta pobreza bajo el yugo de Hosni Mubarak; del mismo modo se antoja preocupante la transición que ahora debe afrontar Egipto. La sombra de los Hermanos Musulmanes ha irrumpido con fuerza para deslegitimar al Gobierno provisional egipcio bajo la sólida argumentación de que sus componentes fueron designados por Mubarak. Sin embargo, a nadie se le escapa que su premura por realizar unas elecciones viene también determinada porque son conocedores que de ahora existe un caldo de cultivo óptimo para su llegada al poder. Golpe de péndulo.
Los Hermanos Musulmanes han islamizado la cultura egipcia de los últimos años, desde un sunismo moderado con claras influencias occidentales como no podía ser de otra manera en un polo de atracción turística. Sin embargo, conviene no olvidar que, a pesar de la moderación y el aura teológica, pacifista y doctrinal con el que se presentan, no dejaría de ser la instauración de un regimen islámico con todo lo que ello supone y que las raíces de la cofradía emanan del fundamentalismo. Por no hablar del complicado lugar en el que quedan los cerca de 9 millones de cristianos de diferentes ramas que conviven en Egipto. Por eso, más que nunca es importante prestar atención y volver a colocar el foco en un lugar donde todos nos jugamos mucho.