Una vez me dijeron que un texto te deja de pertenecer en el momento en que lo rubricas con el punto final. A partir de ahi pasa a ser propiedad de quienes lo leen. Y cada uno tiene su propio texto. De ser cierto tengo que pedirte comprensión, algo de cariño, paciencia y buen humor cuando no pienses como yo...que será en muchas ocasiones.Espero que este blog sea un humilde homenaje a aquellas reuniones nocturnas de nuestros abuelos; leoneses que compartían vivencias y opiniones al calor de la lumbre.
Bienvenido a este lugar que ya es de los dos.

lunes, 25 de octubre de 2010

PROU...DE MENTIRAS

Por ser claro desde el principio: creo que ningún tipo de violencia injustificada contra los animales está justificada. Por tanto: estoy en contra de las corridas de los toros; no me gustan y las prohibiría. Del mismo modo que prohibiría la caza deportiva, por ejemplo. Por varias razones, la principal porque me he mostrado muy receptivo a todos los argumentos nacidos desde el sector taurino y sin embargo ninguno me ha movido un ápice mi opinión. Quizá, tal vez, porque me he criado en un ambiente de respeto e incluso convivencia con los animales.
Ahora bien, está el tema que me ocupa. Aún que con cierta lejanía y moderada indiferencia, seguí el asunto de la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. Lo cierto es que la controversia tuvo allí muchas aristas. Por un lado los sectores taurinos, quienes siempre supieron y tuvieron claro qué, cómo y quienes les apoyaban. Por otro lado los sectores independentista, nacionalista, antiespañolista empujados por el lobby antitaurino haciendo pinza. No diré que a los antitaurinos les metieron un gol por la escuadra, pero es algo obvio.
Quienes creyeron encontrar en la clase política catalana la llave para la protección de los derechos de los animales se han encontrado con lo que todos sabíamos que son: unos perfectos interesados, unos caraduras profesionales que han hecho de la confrontación su negocio vital.
La cosa es sencilla y no deja dudas. Entre el abanico de razones y argumentos dados por los diputados catalanes para la prohibición en ningún lado figuraba que fuese parte de la cultura y las tradiciones españolas. Los argumentos giraban sobre la base de lo ya esgrimido con anterioridad y reiteración por los colectivos antitaurinos: dignidad, defensa del animal, etc… Mientras, desde el resto de España se advertía que la medida era un ataque a lo español, una forma de crear polémica y confrontar usando la defensa de los animales como excusa.
Faltaba la prueba del nueve. Los correbous, fiesta típica catalana que hace sufrir y agonizar al animal más que en cualquier corrida taurina. Una salvajada, sin arte ni cultura, propia de barbaros y despiadados insensibles, propia de gamberros. Pues hete aquí que no se han prohibido, con los votos de los mismos que votaron a favor de prohibir la llamada fiesta nacional. ¿Por qué? Fácil, porque uno de los dos grupos enfrentados tenía razón desde un primer momento. Los diputados catalanes no se habían convertido de repente, como por aparición en sueños de San Francisco Javier, en furibundos y acérrimos defensores de la causa animal.
En efecto, se usó a los animales, su defensa y sus defensores, como escudo y ariete a la vez para luchar contra la causa española. Esa, desde un primer momento y no otra, fue la única razón como ha quedado demostrado. Y después, si te he visto no me acuerdo.
Con todo, me queda la reflexión de saber hasta qué punto el colectivo antitaurino son víctimas de unos aprovechados o bien tienen su buena parte de culpa. Razono: la algarabía, la tinta, los espectáculos públicos y las portadas que acaparó la prohibición catalana de las corridas de toros nada ha tenido que ver con el silencio cómplice al que ha quedado relegado la votación favorable a los correbous. Desde luego, el ruido y el estrépito montado en aquella ocasión fue tan monumental como la plaza de Barcelona, todo lo contrario que lo sucedido en la votación siguiente. ¿Por qué? Que se lo pregunten a Leonardo Anselmi, por ejemplo.

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