Una vez me dijeron que un texto te deja de pertenecer en el momento en que lo rubricas con el punto final. A partir de ahi pasa a ser propiedad de quienes lo leen. Y cada uno tiene su propio texto. De ser cierto tengo que pedirte comprensión, algo de cariño, paciencia y buen humor cuando no pienses como yo...que será en muchas ocasiones.Espero que este blog sea un humilde homenaje a aquellas reuniones nocturnas de nuestros abuelos; leoneses que compartían vivencias y opiniones al calor de la lumbre.
Bienvenido a este lugar que ya es de los dos.

martes, 2 de marzo de 2010

EL SECRETO DE CAMPANELLA


Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una película. Y eso que la cosecha de 2009 ha sido excelente, sobre todo en lo tocante al cine patrio. Casi siempre que voy a ver una película cuyas expectativas están en todo lo alto, la película me acaba dejando mal sabor de boca. Por no irnos más lejos ahí está Invictus. Cuando abandoné la sala tenía la sensación de que el gran Clint había malgastado una magnífica bala con el libro de John Carling
En este caso, las expectativas estaban más que altas. Quien me conoce sabe que me encanta el cine argentino y los creadores argentinos, personas que rebosan ingenio, originalidad, arte por los cuatro costados. También me gusta Campanella, incluso el Campanella con el punto de almíbar elevado hasta la hiperglucemia. Me cautivó con esa fantástica e inolvidable Norma Aleandro en el Hijo de la Novia y me hizo su rehén más absoluto con sus amores, sus lluvias y sus lunas de Avellaneda. Por si fuera poco, entre medias, algún que otro capítulo de House elevando el listón de esta genial serie. Y mientras, como hilo conductor de mi “idilio” con el cine argentino, Ricardo Darín. Ese prodigio de la interpretación que, de haber nacido más al norte, que sé yo, en New York o Pensacola, ahora tendría cuatro Oscars en casa y Marlon Brando le estaría haciendo un hueco en el Olimpo. Las expectativas, como digo, no podían ser más elevadas.
Aún así, la realidad supero las ilusiones. Dos horas de verdadero y puro espectáculo. Del mejor espectáculo que puede fabricar un cineasta. Un guión chispeante, con el sello del mejor Campanella al aparato. Diálogos profundos en los que las miradas dicen más que las palabras cuando se cruzan esos dos amantes frustrados. Breves conversaciones divertidas, originales, rebosantes de humor cuando Guillermo Francella aparece en pantalla. Un reparto de absoluto lujo, con Darín bordando su papel polifacético. Un Darín absolutamente estelar que camina entre el bribón de Nueve Reinas hasta el nostálgico empedernido del Aura pasando por el tímido galán inconcluso de El mismo amor, la misma lluvia e incluso recordando por momentos al taciturno Nicolás que inventó José Luis Cuerda. Pero esta vez también el resto del elenco mantiene el tono, con Soledad Villamil dando cumplida réplica, siempre al borde de querer que ocurra lo que sólo al final ocurre. Incluso los secundarios bordan papeles llenos de matices y de aristas. La historia es soberbia, con un final sorprendente sólo al nivel del epílogo de Nueve Reinas. Pero esta vez la historia tiene más peso, más enjundia, más calado, más trasfondo, más verdad, menos trampas. Realmente, lo que más me sorprendió de la película es que, por fin, un director argentino aprendió a vestir una brillante historia con los oropeles adecuados. Por fin Campanella supo situar a la altura de una bellísima historia una carga visual y simbólica que deja boquiabierto al más pintado. Por fin Campanella consiguió manejar los códigos del lenguaje visual para que nos cuenten tanto como su espléndido guión. A destacar la escena del ascensor, la del tren o la escena final de una silenciosa carga dramática digna de Óscar. Una obra de arte para paladear, para disfrutar, de principio a fin.


PD: También una buena compañía ayuda a que sea una buena película :)

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